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A los seres humanos nos fascinan los juegos, como señaló Johan Huizinga en su seminal libro Homo Ludens. Esa tendencia lúdica tiene una peculiar resonancia en el mundo de la numerología. A menudo nos agarramos, como si fueran tabla de salvación, a las combinaciones de números más fortuitas, desde la fecha de nacimiento hasta la numeración del camé de conducir. Le asignamos un poder mágico a los números y luego interpretamos su trascendencia para nuestras vidas mediante conjeturas y suposiciones peregrinas. En ocasiones llegamos hasta límites místicos y alegóricos en nuestra fijación con las cifras y los dígitos. El tres, por ejemplo, tiene una asociación con lo sagrado, gracias a la doctrina de la trinidad. El siete, número cabalístico y esotérico, tiene al menos dos caras: la de la suerte favorable al jugador de dados (el famoso lucky seven, extendido al béisbol con la entrada séptima) o la de la desdicha (a uno se le entierra bajo siete pies de tierra). La significación imputada al siete tiene un trasfondo religioso por los siete días de la creación, los siete arcángeles que rodean el trono de Dios y la doble cara de las siete virtudes y los siete pecados capitales. Esc fue precisamente el punto de partida del actor puertorriqueño Julio Ramos para conceptualizar el unipersonal 7 veces siete.
Julio Ramos, polifacético actor que se ha destacado tanto en el teatro realista como en el infantil y la mímica, se propuso revisitar el conocido tema de los siete pecados capitales, tan común a la literatura y al cine (recuérdense las variaciones medievales sobre el tema, sobre todo el Purgatorio de La divina comedia, y la impactante película Seven, para citar ejemplos conocidos). Pero Io innovador de la propuesta de Julio Ramos fue que cada pecado se convirtiera en una historia que durara siete minutos. Cada historia sería escrita por un dramaturge diferente, de acuerdo a su perspective y concepción, con la única limitación de que deberían escribir para un solo actor....