- Nueva Historia Minima de México, por Pablo Escalante Gonzalbo, Bernardo García Martínez, Luis Jáuregui, Josefina Zoraida Vázquez, Elisa Speckman Guerra, Javier Garciadiego y Luís Boites Aguilar. México: El Colegio de México, 2004.
La publicación de una historia mínima de México es una tradición del Colegio que ya data de 1973 bajo Daniel Cosío Villegas. El objetivo era proporcionar la dosis mínima de conocimiento histórico requerido de los mexicanos de aquel entonces y presentado por historiadores de primera categoría. El éxito fue rotundo; no solamente se reimprimió muchas veces, sino también fue editado en inglés bajo el título de A Compact History of Mexico. En ediciones posteriores se incorporó un estudio adicional sobre los años de creciente crisis del sistema priísta. Pero desde el año 2000 ya era urgente una edición nueva, que además respondiera a los debates actuales en la historiografía y antropología mexicanas. Los ensayos reflejan las revisiones en los debates sobre el México antiguo, el tardío colonial, el hace treinta años aún olvidado siglo diecinueve. El Porfiriato ya no es una aberración del liberalismo mexicano, que se ha perfilado en toda clase de elementos continuos hasta el día de hoy. Ya lo observamos en la periodización, comparando 2004 con 1973. Ahora el período de formación de 1760 hasta 1867 se ha dividido en 'Las Reformas Borbónicas' y 'De la Independencia a la Consolidación Republicana'. También se dedica ahora un capítulo separado al Porfiriato. El ensayo adicional de 1973 ahora esta enteramente integrado y cubre también los años de 1980 hasta 2000.
El México Antiguo, trabajo de Escalante Gonzalbo, es claramente diferente de la presentación de hace treinta años. No obstante la falta de fuentes se presta más atención a las tribus del Norte y Occidente. Los trabajos arqueológicos, el avance en las lecturas epigráficas y la etnohistoria nos presentan, entre otros, nuevas imágenes sobre Cuicuilco, Tula ciudad y símbolo, la organización habitacional y social de Teotihuacán y el fin de los antiguos reinos mayos por causa de las guerras por los recursos.
El segundo capítulo, la época colonial hasta 1760, consiste de tres períodos: la irrupción de los conquistadores, la consolidación de la conquista (1530-1560) y la conclusion del proceso fundacional (1560-1610). El autor, García Martínez, presenta una perspectiva diferente a hace treinta años. Era un siglo de cambios bruscos en flora y fauna, demografia, religión, tecnología y sistemas de organización administrativa y política, pero también una era de muchas continuidades. Las economías del mercado al lado de las de subsistencia, la continuidad de administración local con la incorporación de más de quinientos señoríos bajo una dominación indirecta con pueblos de indios, los proyectos diferentes de encomenderos, pobladores y Corona, las consecuencias del progresivo mestizaje étnico y cultural. El resultado fue una sociedad novohispana madura y con un buen grado de autonomía, en la que los pobladores, los ganadores, hicieron frente a una Corona debilitada y asediada por sus enemigos europeos y cada vez más ansiosa en su reclamo de los recursos americanos. Lo interesante y nuevo en este capítulo, y el siguiente, es que figuran en esta historia mínima también las provincias mineras y las menos centrales.
El capítulo de Luis Jáuregui refleja bien los debates acerca de los resultados mixtos de las llamadas reformas borbánicas. La estrategia borbónica contra la Iglesia danaba al régimen colonial, la política fiscal hizo subir enormemente las cargas fiscales, era costosa por su organización y, según una de las quejas en 1810, la organización territorial en intendencias era deficiente. Per otro lado, era el marco de referencia para la organización de México. Una economía en crecimiento, con mercados e intercambios mercantiles más amplios, pero fiscalmente desangrado por la metrópolis y los altos gastos de la defensa caribeña. El gran auge en la educación superior, en la comunicación por carta, la entrada de folletos y libros y la fusion entre el horizonte intelectual novohispano y europeo también fomentaron, aparte de las condiciones de guerra y la crisis monárquica de 1808, el sentimiento nacionalista novohispano. Tengo dudas de si el término 'nacionalista' es el adecuado, porque aún no cundia el afán independentista. Se trataba más bien de un patriotismo criollo que se iba a presentar desde 1809 en Cádiz.
El capitulo cuarto, De la Independencia a la Consolidación Republicana, cubre durante tres cuartos de siglo, entre 1808 y 1876, el largo, sinuoso y penoso proceso de formación del estado federal republicano en un territorio poblado por sólo seis y medio millones de habitantes, un conjunto heterogéneo y con sólo una mitad de castellano-hablantes. Todos conocemos la historiografía liberal tradicional por su construcción de un puente entre la Insurgencia (1810) y la Revolución Liberal (1854). El ensayo de la Dra. Vázquez nos presenta una imagen mucho más equilibrada del intermedio, entre otros, el hierro candente del centralismo y de la secesión de Tejas y de los protagonistas tradicionalmente 'negros' como Iturbide, Alamán, el emperador Maximiliano o el presidente Polk. En suma, este capítulo nos presenta de manera muy clara los lentos, pero profundos cambios políticos, sociales, culturales e intelectuales que se reflejaban, sobre todo después de la Reforma, en la literatura, estudios y academias, dando lugar a un, ahora sí, emergente nacionalismo mexicano, intensificado por las intervenciones expansionistas estadounidenses y europeas.
La Dra. Speckman, en su capítulo sobre el Porfiriato (1876-1911), sigue de cerca la reciente revisión historiográfica, porque ya no cabe la calificación posrevolucionaria de una dictadura monolítica. La primera etapa del Porfiriato, desde 1877 hasta fines de los años ochenta, es la del afianzamiento del edificio político de Don Porfirio y la consolidación interior y exterior del estado mexicano. El uno no era posible sin el otro y la autora nos presenta las políticas porfiristas para conseguir la lealtad de los opositores, incluso la Iglesia. Logrados el orden y la gobernabilidad, se inicia la segunda etapa que muestra de lleno las fracturas internas de la elite política. Liberales intelectuales y militares porfiristas serán desplazados y la hegemonía de los 'Científicos' intensificó la lucha por la sucesión presidencial. En los años de las varias crisis (1908-1911), ya analizado hace años por Katz, la creciente ineptitud de un régimen cada vez más autoritario y represivo creó las condiciones revolucionarias. La autora termina con una evaluación bien equilibrada de las políticas económicas y sociales porfiristas, los cambios profundos que produjeron y los desquiciamientos sociales involucrados. En este sentido no era muy diferente de muchos otros regímenes de la época. Lo que falta en este sólido capítulo es el 'interregnum' del presidente Manuel González (1880-1884), el cual, como sabemos ahora, era de importancia en todo el proceso de revalidación de la deuda interna y externa.
Javier Garcíadiego inicia su capítulo sobre el curso sinuoso de la Revolución, presentando las raíces del descontento. El autor hace claro que el movimiento político anti-reelecionista de Madero, recipiente de opositores heterogéneos de la clase media urbana, se transformó en una creciente participación popular de oposición electoral a la rebelión armada. El conflicto constante y resurgente entre la clase media con objetivos de reforma política y los diferentes grupos populares con reclamaciones sociales-revolucionarias continua a lo largo de la presidencia de Madero (1911-1913), y era, sin duda, un triggering factor para el golpe conservadorporfirista de Huerta y se reflejaba claramente en el heterogéneo movimiento constitucionalista, una aglomeración de grupos sociales-regionales muy distintos con claras divergencias que, una vez derrotado Huerta, desembocaron en una guerra civil entre los vencedores. La nueva constitución (1917) era realista, acorde con la complejidad del país, dando espacio legal a reclamaciones por parte de las clases medias y bajas, pero en un país estatista bajo un poder ejecutivo dominante. La verdadera construcción del nuevo estado revolucionario llegó cuando, bajo Obregón y Calles, una nueva clase media en el poder y sin vínculos con el antiguo régimen optó aliarse con las fuertes clases populares. Logró despolitizar e institucionalizar al ejército, normalizar las relaciones con los Estados Unidos, domesticar a los cacicazgos regionales y reglamentar el acceso electoral a los puestos políticos por medio de un partido único, el PNR. En suma, un movimiento reformista de clase media desembocó en una revolución popular, pero rue recuperado por una nueva clase media con políticas incluyentes y crecientemente autoritarias.
El Último Tramo (1929-2000), por Aboites Aguilar, es, por un lado, la historia de la afmación de un régimen presidencial autoritario que, gracias a las reformas cardenistas y el milagro mexicano de la posguerra, gozó de un alto grado de legitimidad hasta los años sesenta. Pero desde los años sesenta demuestra cada vez más claramente sus debilidades inherentes, su aparente incapacidad para responder a una creciente desigualdad social y una creciente conciencia política en México, a los cambios económicos fondamentales en el mundo, su endeudamiento y su derrumbe por una creciente desconfianza en casi todos los sectores sociales. Por otro lado, es la historia de una sociedad en la más profunda transformación desde la llegada de los españoles y con un gran impulse por el estado: legislación reglamentaria e implementación de los derechos agrarios y laborales, impulsor de la sustitución de importaciones y de las mejoras infraestructurales, la explosión demográfica, la urbanización y el surgimiento de una amplia clase media. Desajustes y el trato represivo de los inconformes, fenómeno callado por décadas, llegaron a su desenlace con el drama de Tlatelolco ( 1968). Este baño de sangre y el agotamiento del modelo económico vigente afectaron seriamente las bases financieras y la legitimidad del régimen a los ojos de empresarios y de representantes de las clases bajas. La crisis de 1982 obligó finalmente al régimen a cambiar de modelo económico neoliberal con graves consecuencias en términos de niveles de vida. La agonía se alargaba por las debilidades y fraccionamientos de la oposición, pero mientras tante se fortalecía la sociedad civil que en 2000 sacó al PRI del poder.
Raymond Buve
Leiden
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Copyright CEDLA - Centre for Latin American Research and Documentation Apr 2005
Abstract
El segundo capítulo, la época colonial hasta 1760, consiste de tres períodos: la irrupción de los conquistadores, la consolidación de la conquista (1530-1560) y la conclusion del proceso fundacional (1560-1610). La estrategia borbónica contra la Iglesia danaba al régimen colonial, la política fiscal hizo subir enormemente las cargas fiscales, era costosa por su organización y, según una de las quejas en 1810, la organización territorial en intendencias era deficiente. El conflicto constante y resurgente entre la clase media con objetivos de reforma política y los diferentes grupos populares con reclamaciones sociales-revolucionarias continua a lo largo de la presidencia de Madero (1911-1913), y era, sin duda, un triggering factor para el golpe conservadorporfirista de Huerta y se reflejaba claramente en el heterogéneo movimiento constitucionalista, una aglomeración de grupos sociales-regionales muy distintos con claras divergencias que, una vez derrotado Huerta, desembocaron en una guerra civil entre los vencedores. La nueva constitución (1917) era realista, acorde con la complejidad del país, dando espacio legal a reclamaciones por parte de las clases medias y bajas, pero en un país estatista bajo un poder ejecutivo dominante.
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