Resumen: A pesar de las importantes investigaciones realizadas en los últimos años todavía no se ha estudiado con suficiente profundidad la presencia de los voluntarios mexicanos en las filas del ejército franquista. Basándonos en distintos archivos de México, España y Portugal, y en una profusa investigación en fuentes bibliográficas podemos aseverar que esta participación supuso un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades diplomáticas españolas y para los servicios de seguridad mexicanos. Sería la Falange de México quien organizara su traslado a la península y quien tras el final de la guerra, apenas pudo repatriar a sus voluntarios dejándoles a muchos de ellos vagando por una España devastada.
Palabras clave: Guerra Civil Española, México, mexicanos, voluntarios, Falange.
Title: MEXICANS NATIONAL FRONT DURING THE SPANISH CIVIL WAR.
Abstract: For most researchers this share has gone unnoticed by focusing on the presence of Mexican fighters enrolled in the Republican ranks. To argue this work we have obtained relevant information in several files Mexico, Spain and Portugal and profuse research literature. Although there were few who served in the national ranks this contribution was a real headache to Spanish diplomatic authorities and security services of this American country. Therefore, this work not only aims to identify as many of them but want to publicize how the Falange in Mexico organized their transfer to the mainland and how after the end of the war had to overcome enormous difficulties to its Mexican volunteers.
Keywords: Spanish Civil War, Mexico, Mexicans, Volunteers, Falange.
1. Introducción
No cabe duda de que el México cardenista ha jugado y juega un potente estímulo para los historiadores, no solo por su determinada fidelidad al gobierno republicano legítimamente elegido en las urnas, sino también porque su presidente permitió, a pesar de los importantes problemas internos, la llegada de miles de refugiados españoles. Es por ello que la mayor parte de las monografías y artículos de investigación reflejen estas cuestiones, relegando a un papel secundario «al otro México» y «los otros mexicanos» que se decantaron a favor del ejército franquista. La profesora Clara E. Lida ya nos invitaba, allá en el año 2001, en su obra colectiva México y España en el primer franquismo, 1939-1950, a continuar avanzando en esta conflictiva relación. Antes de esta fecha, otros colegas como José Antonio Matesanz, Rosa Pardo Sanz, Ricardo Pérez Monfort, Dolores Pla Brugat, Nuria Taberna, T. G. Powell y Lois Elwyn Smith (estos dos últimos poco relevantes) animaron con sus trabajos a que con el nuevo milenio apareciesen un volumen considerable de investigaciones que han cubierto muchos de los vacíos descritos por la citada Lida. La amplia bibliografía en torno a la derecha mexicana de este período puede ser estudiada gracias a los trabajos de Soledad Loaeza, Jorge Alonso, Jean Meyer, Jaime del Arenal o Eric Lobjeois, entre otros. A pesar de que a buen seguro hemos podido dejar en el tintero algunos autores, destacan por su calidad y aporte al desarrollo en este asunto los historiadores Eduardo González Calleja, Abdón Mateos, Antonio César Moreno Cantano, Mario Ojeda Revah, Tomás Pérez Vejo, Agustín Sánchez Andrés y Silvia Figueroa Zamudio1.
Respecto al tema que nos ocupa en esta investigación, a día de hoy no se ha realizado ninguna que sea rigurosa sobre la participación de voluntarios mexicanos en las filas franquistas. Las escasas referencias pertenecen a estudios sobre los voluntarios extranjeros que vinieron a España a defender la legitimidad del gobierno republicano. Entre estos últimos debemos mencionar los estudios de Mario Ojeda, José Luis Mesa y Gino Baumann2.
A estas investigaciones hay que añadir nuevas aportaciones que demuestran que este tema sigue despertando la curiosidad de los historiadores y, no es casual que en los últimos cinco años hayan aparecido dos monografías sobre la presencia de voluntarios extranjeros y el nuevo y sugerente trabajo del profesor Ricardo Pérez Monfort titulado Miradas, esperanzas y contradicciones. México y España. Cinco ensayos3. Junto a esta última obra citada debemos otras más recientes que han enriquecido esta investigación como las realizadas por Carlos Sola, Agustín Sánchez, Fabián Herrera y Mari Carmen Serra Puche4.
2. La colinia española entre la Revolución Mexicana y la Guerra Civil
Tras el asesinato de Francisco I. Madero, la colonia española en México se decantó públicamente a favor del general golpista Victoriano Huerta -quien representaba para esta el único hombre fuerte del país capaz de combatir a los revolucionarios- y que fue formalizado por el rey Alfonso XIII en Madrid, el 23 de abril de 1913, cuando firmó la carta de reconocimiento del nuevo gobierno mexicano. Tras la caída de Huerta, los españoles colaboracionistas sufrieron las consecuencias de su apuesta política al aplicarles medidas confiscatorias contra sus bienes y muchos se vieron obligados a abandonar el país. El asesinato, la expropiación forzosa de tierras, la destrucción de haciendas y negocios, y los préstamos forzosos que los españoles en México sufrieron de mano de los revolucionarios, serán motivos suficientes para que decidieran abandonar su país de acogida y regresar con sus mujeres e hijos a España. Estos, aunque gozaban de un estatus económico muy superior al conjunto de naturales, socialmente eran rechazados al ser considerados por los revolucionarios como los causantes de todos los males que padecía el país.
En el periodo comprendido entre 1910 y 1915, alrededor de 14.000 residentes españoles abandonaron México, y de 1916 a 1920 lo hicieron otros 10.000 más5. Las víctimas mortales por mano de los revolucionarios alcanzaron la cifra de 209 españoles6. Muchos de los nacidos en México y que regresaron con su familia a España pudieron servir durante la guerra civil en las distintas unidades del ejército franquista aunque su presencia fue más numerosa bajo las banderas de la Falange. Los que se quedaron, tal como sucediera con los españoles tras la independencia de México, tuvieron que sortear un cúmulo de dificultades para soportar el antiespañolismo reinante durante la revolución, quedando para siempre identificados con la derecha más reaccionaria y ultracatólica.
Durante el «Maximato» se produjeron acontecimientos históricos en México que sin duda marcaron el sentir de los españoles asentados en ese país, tales como la guerra cristera, la restrictiva política religiosa y la expulsión de 251 peninsulares entre los años 1917 y 1934 acusados de atentar contra los intereses nacionales (de un total de 1.081 extranjeros expulsados)7. No cabe duda que estas circunstancias influyeron en los españoles allí radicados y en los futuros voluntarios mexicanos de ambos lados que comprobaban, gracias a una prensa profundamente ideologizada, las semejanzas entre la política de Plutarco Elías Calles y la del gobierno republicano español.
Para poder conocer mejor el tejido social de la colonia española en México en la década de los años treinta, es necesario que aportemos algunos datos estadísticos sobre esta presencia. Mientras la población de la República de México a principios de los años treinta apenas superaba los 16 millones de habitantes, la de la colonia española ascendía tan solo a 28.855 nacidos en la península, aunque el número de los que gozaban de la nacionalidad española alcanzaba las 47.239 personas (hijos de españoles)8. La profesora Clara Eugenia Lida, en base al Registro Nacional de Extranjeros de México, señala que las regiones con mayor presencia española en este país eran las de la cornisa cantábrica: Asturias (21,83%), Santander (17,76%), Vizcaya (6,93%) y Navarra con el 3,74% del total peninsular. Sin embargo, estas cifras chocan frontalmente con las aportadas por la investigadora Concha Pando Navarro, quien tras consultar el Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México refleja la siguiente estadística: Asturias (37%), Galicia (22,5%), Madrid (12,5%), Cataluña (9,5%), País Vasco (7,5%) y Cantabria (4,5%)9. Aunque estos españoles se asentaron por todos los estados de la República, lo hicieron principalmente en el Distrito Federal (52,88%), en los estados de Veracruz (12,79%) y Puebla (6%) y en menor medida en los de Tamaulipas, Coahuila y Yucatán10.
Respecto a las características que presentan son las propias de las del emigrante reclamado por un familiar o paisano para incorporarse al negocio de estos últimos, es decir, un joven principalmente originario de alguna provincia del norte de España, soltero, residente en ámbitos urbanos, sin estudios cualificados y dedicado a atender al público detrás de un mostrador, o bien, a viajar por todo el país vendiendo los productos de su patrón. Todas estas características conforman una tipología muy determinada del emigrante español en México (a quien se le adjudicará el sobrenombre peyorativo de gachupín) que vivirá, como dice Clara E. Lida, «una fuerte y rápida movilidad social ascendente»11 y aunque no todos pertenezcan a la clase media o burguesía local, al menos así lo pretendían.
Esta investigación nos ha permitido encontrar un informe inédito expedido a finales de 1938 por el agregado comercial de la embajada de España en México José Lion Depetre y dirigido en primer lugar al encargado de negocios en esta José Loredo Aparicio, quien debía transmitirlo al ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo para que fuera informado de manera detallada sobre las colonias extranjeras en México y sus principales empresas del país12. Podemos señalar, según este documento, que el número de españoles ascendía a 48.000 individuos siendo la colonia más numerosa y de mayor importancia en México. Entre sus actividades profesionales destacaron como hacendados, industriales y fundamentalmente comerciantes (abarroteros). El informe constata que los españoles eran de los pocos terratenientes que aún quedaban y que poseían «la mitad de las empresas textiles, la casi totalidad de los molinos harineros y de maíz y la producción lechera, y el 80% por lo menos del comercio de abarrotes (ultramarinos)»13.
Será en los centros asociativos españoles en México en donde los peninsulares manifestarán sus tendencias políticas. Tan solo el Orfeó Catalá y el Centro Vasco acogerán a los pocos españoles defensores de la República, mientras que la mayoría de los miembros de la colonia española, conservadores y clasistas, pertenecía a instituciones tan asentadas como La Sociedad de Beneficencia Española, El Casino Español de México o El Real Club España14. Durante estos años previos a la guerra civil, partidos y organizaciones españolas, tanto de izquierdas como de derechas, actuaron en México, trasladando las tensiones que se producían en el seno de la república española. Así aparecieron el Frente Popular Español y fundamentalmente la Falange Española de México en donde surgirán la mayor parte de los voluntarios fascistas que lucharán en la contienda española.
A pesar de la legitimidad del gobierno republicano, elegido democráticamente, la mayor parte de la colonia española simpatizó con los golpistas y aplaudieron el final de una república que abogaba entre otras cosas por la reforma agraria, los derechos de los trabajadores, la educación laica y por un marcado perfil anticlerical.
En medio de esta fratricida disputa se encontraba el Centro Vasco, que aunque oficialmente seguía fiel a la legalidad republicana, no vieron con buenos ojos que su recién estrenado gobierno vasco fuera aliado de las fuerzas de izquierda anticatólicas, y sintieron con dolor las palabras del embajador de España en México, Félix Gordón Ordás, en que llegó a decir que prefería ver a España comunista antes que bajo la bota militar. Estas circunstancias decantaron a los vascosmexicanos, católicos y anticomunistas en su inmensa mayoría, a no apoyar a la república española15.
3. Ideología de los voluntarios mexicanos que sirvieron en las filas del Ejército Nacional
En el México anterior a la confrontación española las simpatías estaban repartidas. Por una parte los intelectuales, los funcionarios fieles al Partido Nacional Revolucionario (PNR) y la izquierda política y sindical apoyaron sin fisuras al Frente Popular, vencedor de las elecciones de 1936, mientras que por otra, la derecha mexicana, decidida partidaria del Alzamiento Nacional veía en esta reacción violenta e ilegal una esperanza de cambio que bien pudiera proyectarse al mismo México. Sería Vicente Lombardo Toledano, secretario general de la Confederación de Trabajadores Mexicanos, fundador del Frente Popular y líder paradigmático de la izquierda mexicana quien más haría por hermanar el México revolucionario con la España republicana. Para la izquierda mexicana el verdadero pueblo español no era otro que el republicano mientras que la vieja colonia estaba compuesta por gachupines, traidores a su clase, filofranquistas, fascistas y enemigos del pueblo mexicano16.
En los años previos a la guerra civil se manifestaron dos elementos comunes a ambas naciones que determinarán el enfrentamiento enconado entre los seguidores de uno y de otro bando: el anticlericalismo y el comunismo. Para la colonia española el temor a que se pudiera ejercer en España una represión como la producida por los gobiernos revolucionarios mexicanos contra su Iglesia exacerbó su pretensión de solucionar por la fuerza la deriva socialista y anticlerical del gobierno de la república. Es en este contexto donde la Falange intentará asentarse e imponer su discurso político.
Ante las reformas dirigidas por el presidente Cárdenas nacieron distintas organizaciones de corte autoritario de extrema derecha que miraban a los movimientos fascista y nazi europeos como ejemplo a imitar. En 1934 apareció de manos de Nicolás Rodríguez el partido Acción Revolucionaria de México (ARM) conocido popularmente como las «Camisas Doradas», en clara simetría con las camisas pardas, azules y negras. Un año después se creó la Unión Nacional de Veteranos de la Revolución Mexicana (UNVRM) conformada por oficiales del ejército mexicano, y en junio de 1936 surgió la Confederación de la Clase Media (CCM) de claro matiz anticomunista. Será en 1937 cuando Salvador Abascal, José Antonio Urquiza y Manuel Zermeño funden la Unión Nacional Sinarquista, partido ultracatólico que llegará a contar con una militancia cercana al medio millón de afiliados.
Algunos de estos dirigentes fueron destacados periodistas que no perdieron la oportunidad de cargar tintas contra los gobierno cardenista y republicano español. De este modo, los diarios de más tirada como El Excélsior y El Universal se decantaron inmediatamente en defensa de los golpistas españoles, mientras que en el otro extremo se posicionó El Nacional en donde se defendió sin ambages la legalidad republicana. Serán cientos las páginas que dedicarán estos periódicos a la guerra civil española.
Las fundaciones de asociaciones de corte fascista en México por parte de miembros de la colonia española contaron con la Asociación Patriótica Española Anticomunista y Antijudía (1936)17, su primera organización significativa. Su secretario, un ingeniero de minas español, llamado Francisco Cayón y Cos dirigió la revista Vida Española que pronto se convirtió en la publicación de la extrema derecha española en México. Otras más le seguirán, como La Liga de Hispanidad Iberoamericana, la Unión Nacionalista Española o la Falange de Enrolamiento Franquista de quien hablaremos en páginas siguientes y a cuya cabeza se encontraba un español nacionalizado mexicano, Augusto Ibáñez Serrano, quien jugará un importante papel como representante oficioso del régimen franquista18. Como jefe de la sección falangista, Ibáñez no escatimará esfuerzos y dinero con el objetivo de difundir, apoyar, financiar a los sublevados e incluso reclutar a voluntarios tanto españoles como mexicanos dispuestos a empuñar las armas por Franco19. Gracias a la embajada de Portugal, la Falange pudo coordinar su propaganda y ejercer de intermediario entre los franquistas de la comunidad española y las autoridades mexicanas20.
El ideario falangista rescató y exaltó los derechos históricos de España sobre los países americanos en un intento de dar una proyección imperial al presentarse como «eje espiritual del mundo hispánico» bajo el amparo de un pasado común y una cultura cimentada en razones históricas y raciales, -tal y como nos ilustra la investigadora Consuelo Naranjo Orovio- y todo ello impregnado de un carácter ecuménico y católico21.
La Falange en América se convirtió en el único valedor de los intereses del gobierno franquista en el exterior y tan solo ella fue reconocida como representante del movimiento en estos países. En México, como en el resto de las naciones hispanoamericanas, su actividad se centrará en la captación de miles de emigrantes españoles, muchos de ellos sin estudios ni perspectiva de progreso social y profundamente anclados en un catolicismo de aldea y, que veían en esta ideología totalitaria una distinción que reforzaba los lazos de fraternidad que les hacía sentirse superiores a sus vecinos mexicanos. Como parte de su estrategia, la Falange creó seis servicios de ayuda a los emigrantes más desfavorecidos, lo que reforzaría la imagen de protectora de los intereses de los coterráneos.
La presión diplomática española no se hizo esperar y pronto el Comité de Defensa de los Trabajadores, constituido en la Cámara Baja mexicana, solicitaba a su secretario de Gobernación, Silvestre Guerrero, que aplicase medidas de expulsión (artículo 33) contra elementos «que se han dedicado a actividades francamente rebeldes en contra el Gobierno republicano español»22. Ante la aparente impunidad de la Falange que se ubicó en sus primeros meses en el Casino Español desde donde desarrollaba una destacada labor propagandística, el senador Cándido Aguilar condenó esta actividad subversiva y llegó a decir que «debía ponerse ya coto a las actividades de estos fascistas en México. Si aquí estuviéramos como en España en guerra, no había que pedir la aplicación del 33 sino que les aplicaríamos, como lo merecen, el 30-30»23.
Aunque la presencia de movimientos fascistas en México fue desde sus orígenes objeto de vigilancia y control por parte de las autoridades gubernativas y partidos de izquierda no será hasta finales de 1937 cuando representantes del Bloque Nacional Revolucionario presentaron a la Secretaría de Gobernación un detallado informe en donde quedaban reflejadas las peligrosas maniobras de estos fascistas. Para mediados de 1938 la policía de la Secretaría de Gobernación ya había investigado a centenares de simpatizantes fascistas y tenía un conocimiento exhaustivo de las actividades de la Falange, desde sus componentes más activos hasta los generosos contribuyentes a la causa rebelde24. Entre las actividades que realizaba la Falange de México destacaban las rifas, pruebas deportivas, agencia de colocación y especialmente las comidas llamadas de «plato único» que, además de servir como elemento vinculante, ejercían asimismo de una importante fuente de financiación del ejército franquista.
La amenaza de la aplicación del citado artículo 33 que prohibía la participación de extranjeros en asuntos políticos y autorizaba la expulsión de estos del país sin que mediase un proceso judicial, produjo un distanciamiento entre los ricos empresarios españoles y la Falange a partir de 1938. La negativa de los primeros a publicitar sus empresas (íntimamente implicadas en los intereses de los Estados Unidos) en revistas como Vida Española redujo de modo significativo la capacidad propagandística de la Falange mexicana y sus fuentes de ingreso. Pero estas circunstancias no impedirían que la Falange mostrara su arrogancia, menospreciando al gobierno mexicano, al celebrar en el Casino Español el 2 de abril de 1939 la victoria de los sediciosos franquistas. Al convite asistieron más de 3.000 personas, presidiendo la mesa los destacados falangistas Augusto Ibáñez Serrano, Alejandro Villanueva y Genaro Riestra (futuro gobernador civil de Vizcaya), acompañados de representantes del cuerpo diplomático de Portugal y Japón, los embajadores de Italia y Alemania y los presidentes de los centros regionales de la colonia española a excepción del Centro Vasco que rehusó asistir25.
El pulso de la Falange al gobierno mexicano duró poco tiempo y en menos de una semana la Secretaría de Gobernación ordenó la expulsión de José Celorio Ortega, Alejandro Villanueva Platas (Visitador oficial de la Falange en América), y Genaro Riestra Díaz (Jefe Provincial de la Falange en México) como bien señalaba Nuria Tabanera por «la incompatibilidad de los principios imperialistas de falange con los ideales democráticos y con el respeto a las instituciones mexicanas»26. De este modo quedaba descabezada la Falange en tierras mexicanas; a partir de ese momento se fue diluyendo y el 25 de junio de 1942 Augusto Ibáñez Serrano informaba a su superior, el embajador de España en Guatemala, que debido a las fuertes presiones gubernamentales era necesario dar por finalizada las actividades de la Falange en México «para no poner en peligro la buena disposición y el aprecio que el gobierno mexicano tenía a la colonia española»27. El cambio de escenario político con el inicio de la II Guerra Mundial postergó a la Falange mexicana y anuló prácticamente sus actos públicos ante el temor que pudieran ser acusados de colaboración con la Alemania nazi. Sin las donaciones que solían recibir por parte de los ricos empresarios españoles en México -estos más preocupados en no levantar sospechas de simpatizar con El Eje-, hicieron que las operaciones recaudatorias desaparecieran y con ello la posibilidad de hacerse cargo de la repatriación de sus voluntarios en España.
4. Mexicanos en el ejército franquista durante la Guerra Civil Española
Intentar ponerles nombre y apellidos a todos los mexicanos que lucharon a favor de la rebelión es prácticamente una quimera. Si difícil es conocer la identidad de los voluntarios antifascistas mexicanos mucho más resulta saber la de los fascistas, primero porque se trató de una aportación poco numerosa, si se compara con la Brigada Irlandesa o los «Viriatos» portugueses, y segundo porque nunca llegaron a conformar su propia unidad, ni siquiera una que agrupara a todos los voluntarios latinoamericanos. Asimismo, el hecho de que la Falange mexicana, órgano encargado de reclutar a estos hombres y al menos dos mujeres (Sabina Mijares y Cristina Chavarría), no realizara ningún listado de sus componentes, dificulta en gran medida que se pueda identificar a estos personajes.
En cuanto al número de combatientes mexicanos enrolados en las distintas unidades del ejército republicano, comparto la opinión de Mario Ojeda de que la cifra es tan distinta como las fuentes utilizadas28. A modo de síntesis podemos señalar la esgrimida por Lois Elwis Smith que cuantifica en 150 los voluntarios, todos ellos adscritos a las Brigadas Internacionales y que a todas luces resulta excesiva en cuanto a los componentes que sirvieron en esta unidad y corta si se tratase del conjunto de mexicanos en el ejército legítimo. El político republicano Juan Simeón Vidarte la cifró en 300 brigadistas y Néstor Sánchez Hernández y Andreu Castells en 465 hombres. Héctor Perea estima que, entre civiles y militares, los internacionales mexicanos «llegaron a sumar unos cuatrocientos, la mayoría desaparecidos en las acciones militares»29. Sin duda resulta a todas luces una información desproporcionada. A modo de conclusión podemos tomar como las más acertadas las cifras ofrecidas por el profesor Abdón Mateos quien sostiene que el número de voluntarios para la República no debió exceder de los tres centenares y que nunca conformaron una unidad propia30. Respecto al tema que nos ocupa en esta investigación son pocos los autores que tratan este aspecto y casi ninguno se atreve a cifrar la participación mexicana en el ejército franquista y, los que lo hacen se equivocan de manera notable. Así el investigador suizo Gino Baumann aporta un anexo con el nombre de 18 combatientes, cifra que se encuentra en la antípodas de la ofrecida por Christopher Othen en una reciente monografía en la que se aventura a escribir, sin ningún tipo de apoyo documental que: «De los 450 mexicanos en las fuerzas de Franco, tan solo 10 eran mexicanos, la mayoría eran ricos mexicanos expatriados residentes en España»31. De carácter biográfico se puede definir la aportación de José Luis de Mesa32 mientras que el citado Mario Ojeda se remite a fuentes de la época para informarnos que "Ibáñez reclutó a más de 100 jóvenes para que sirvieran a las órdenes de Franco y los envió a España desde Veracruz a bordo del trasatlántico alemán Orinoco"33. Aunque desconocemos el número definitivo de voluntarios filofascistas que llegaron a España a luchar a favor de la fe católica y en contra del comunismo en esta investigación hemos identificado a 80 de estos hombres y mujeres.
Respecto a la financiación del pasaje a los voluntarios franquistas hasta la península no hay discusión de que corrió a cargo de la Falange mexicana, curiosamente aspecto similar a los voluntarios comunistas a quienes su partido sufragó los gastos del viaje34.
Como bien informaba el encargado de negocios de la embajada española, José Loredo, a sus superiores de Valencia y a las autoridades de la Secretaría de Gobernación mexicana, era su homólogo de la embajada portuguesa, Antonio Luis Cerveira de Alburquerque y Castro, quien recibía las solicitudes del delegado de la Falange, Augusto Ibáñez para que facilitase la documentación pertinente a los voluntarios fascistas y de este modo ser trasladados hasta Lisboa en donde podrían desembarcar sin traba alguna y de este modo pasar a Badajoz en donde se encontraban las tropas rebeldes. No cabe duda de que el Portugal del dictador Salazar jugó un papel decisivo en el trascurrir de la guerra civil española no solo al convertir su territorio en centro de importación de armas procedentes de los aliados alemanes e italianos, sino también porque sirvió de vía de comunicación entre las dos zonas nacionales que permanecían aisladas una de la otra y permitió el acceso de los voluntarios franquistas procedentes de Latinoamérica y Europa.
Gracias a la documentación de la Embajada de Portugal en México, custodiada en el archivo del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Lisboa, hemos podido demostrar que las denuncias realizadas por la embajada española en México eran ciertas. Así en el documento dirigido al diplomático Alburquerque podemos leer:
«Excmo. Señor: Tengo el gusto de avisar a S.E. que los Ciudadanos españoles arriba anotados (Benito Palacios Cueto, Manuel Portilla Mantecón, José Prida González, José Barrios Yáñez y Sabina Mijares Díaz), embarcarán el día 1 de Diciembre de 1937, en el vapor "Iberia" para ir a España por vía Lisboa.
Los citados son personas conocidas y le ruego que, si no tiene inconveniente, se sirva concederles el Certificado para las Autoridades Portuguesas»35.
El citado Antonio de Alburquerque será quien certifique que «sao pesoas de mais reconhecida honorabilidade segundo as informaçoes que, por escrito, foram dadas por pessoa de toda a respeitabilidade»36. Como se puede comprobar, en ningún momento hace referencia a la condición de voluntarios ni tampoco a la persona que solicita los certificados. Gracias a la información que nos ofrece el documento titulado «copia de uno de los párrafos del informe general de actividades de la Falange de Méjico del 18 de julio al 25 de diciembre de 1937» podemos afirmar que los citados ciudadanos españoles que desearon ser enviados a la península aparecían en este documento en el listado de los voluntarios que «Durante los días primeros de los meses de Agosto, Septiembre, Octubre y Noviembre se enviaron de aquí los siguientes voluntarios»37.
Además de estos, podemos ver cómo Augusto Ibáñez solicitaba certificados para otros pasajeros, todos ellos españoles muy afines a la causa franquista, y que deseaban viajar en el Iberia. El modo en que se dirige al encargado de negocios portugués, y que sirve a modo de seguro para identificar su vinculación al fascismo, es la de «es amigo de toda confianza», «el citado Señor es persona conocida y de toda confianza» o «me ha sido muy recomendado por amigos nuestros»38.
Sin duda una de las mayores preocupaciones del diplomático español José Loredo Aparicio era la recogida de fondos y el enrolamiento de hombres por parte de los fascistas españoles y mexicanos que militaban en la denominada Falange de Enrolamiento Franquista y cuyo fin era «ayudar a sostener la rebelión que en España encabeza Franco». Para ello, escribía Loredo, contaban los facciosos de la inestimable complicidad de las autoridades portuguesas en este país americano quienes les extendían pasaporte español que visaba el Representante Diplomático de Portugal, Antonio Luis Cerveira de Alburquerque, para ser embarcados en los buques alemanes Orinoco e Iberia39 pertenecientes a la compañía con bandera nazi Hamburg-Amerika Linie (HAPAG LLOYD), que realizaban la ruta Veracruz-Hamburgo. Para no levantar sospechas esta empresa de navegación, «obligada a rendir informes de su pasaje a la Secretaría de Gobernación, altera la lista de pasajeros, con objeto de no verse en complicidad con la expedición de pasaportes falsos». Todo ello demuestra cómo las autoridades españolas y mexicanas estaban bien informadas de las acciones de los responsables de la Falange mexicana, y de cómo tras desembarcar los voluntarios franquistas en Portugal los representantes oficiosos del ejército nacional en Lisboa emitían certificados que les permitiría atravesar Portugal hasta llegar a Badajoz en donde recibirían documentación militar.
Alertados los facciosos de México de que sus maniobras de ocultación eran conocidas, prescindieron incluso de entregarles documentación alguna y viajaban a merced de los capitanes de los barcos alemanes y de las autoridades portuguesas. El siguiente documento atestigua lo anterior cuando dice:
«Algunos de estos traen completa documentación como falangistas y como combatientes; pero hay otros, como los que proceden de la Falange de Méjico, que solo presentan su documentación militar, ya que, por las especiales circunstancias que prevalecen aún en aquel país, no se les pudo proveer de documento alguno, ni siquiera de pasaporte para embarcar y desembarcar habiéndolo hecho con arreglo a una fórmula ya convenida entre aquella Falange, los capitanes de los barcos y las autoridades de Portugal. La mayor parte de estos camaradas mejicanos entraron en España por la frontera portuguesa con salvoconducto expedido por el Consulado General de España en Lisboa»40.
Para las autoridades republicanas en México, así como para sus colegas mexicanos, la figura clave de esta organización no era otra que el español nacionalizado mexicano Augusto Ibáñez Serrano a quien se le atribuía la emisión de los pasaportes que serían visados por la legación de Portugal. A pesar de su demostrada culpabilidad, el gobierno mexicano no pudo expulsarlo del país al disfrutar de la reciente nacionalidad mexicana aunque siguió siendo vigilado estrechamente por la Secretaría de Gobernación.
A juicio de la embajada «sería interesante un registro policiaco en su domicilio particular y en su despacho. Francamente indeseable»41. La Secretaría de Gobernación, la Dirección de Política de la Embajada de España, el Comité de Defensa de los Trabajadores de la Cámara Nacional de Diputados o la Confederación de Trabajadores de México aunaron esfuerzos para vigilar los movimientos de las fuerzas fascistas y advirtieron al mismo presidente Cárdenas de los riesgos eminentes que pudiera padecer la república mexicana si no se aplicase de modo inmediato el citado artículo 33. Incluso el diputado obrerista mexicano Salvador Ochoa Rentería, como representante del Comité de Defensa de los Trabajadores, constituido dentro de la Cámara Baja, presentó en el Congreso una iniciativa tendiente a lograr que en una forma definida y enérgica se procediese en contra de todos aquellos extranjeros (españoles en su mayoría), que con motivo de la situación que atravesaba España, se habían «dedicado a actividades francamente rebeldes en contra del Gobierno Republicano Español legalmente constituido». Entre los hechos que señala Ochoa se encuentra el punto quinto que reproducimos:
«La Agencia Comercial y Marítima, sita en las calles de Cinco de mayo de esta capital, en complicidad con los fascistas para el transporte de mercenarios que vayan a pelear al lado de los infidentes españoles, altera la lista de pasajeros que proporcionan a esa Secretaría de Estado, a fin de evitar la complicidad más grave que implica la expedición de pasaportes falsos. Esta agencia es de filiación nazi»42.
Además del envío de voluntarios durante 1937, el profesor Mateos añade el embarque de 50 fascistas en mayo de 1938 del puerto de Tampico con destino a Lisboa en el buque alemán Orinoco, financiado y organizado por el empresario español Manuel Barreiro González43. Este siniestro personaje era tabernero de la zona fluvial de Tampico y sus ilegales actividades ya habían sido objeto de atención por la Embajada de España en México en noviembre de 1937, cuando fue denunciado ante el Secretario de Gobernación Silvestre Guerrero acusado de ser uno de los principales dirigentes de organizaciones fascistas españolas en México y «el iniciador de la formal campaña subversiva»44.
5. La repatriación de los voluntarios falangistas mexicanos
La guerra civil española terminó el 1 de abril de 1939 y una de las primeras órdenes del «Generalísimo» consistió en licenciar a todos los súbditos extranjeros que habían venido a luchar a favor de la causa rebelde. Con esta orden mucho de los voluntarios americanos desprovistos de medios para poder regresar a sus casas vagaron por España en espera de que la misma Falange, que les había reclutado, les facilitase su repatriación. Durante los meses posteriores al final de la guerra, la Delegación Nacional del Servicio Exterior que había fijado su domicilio en San Sebastián, empezó a recibir con frecuencia voluntarios falangistas procedentes de América; «muchos de ellos fueron enrolados en distintas Banderas de Falange, en tanto que otros tuvieron su encuadramiento en diversas unidades del Ejército, especialmente en carros de combate» que totalmente desprotegidos solicitaban que la Delegación Nacional de la FET y de las JONS les diese al menos de comer en tanto que llegase el día de su anhelada repatriación45. Las ordenanzas militares prevenían que las Autoridades Militares al pasaportar a los voluntarios debían hacerlo solamente hasta un puerto español o hasta una de las poblaciones fronterizas y, respecto al racionamiento este cesaba tan pronto causaban baja en su unidad. Las autoridades españolas, más apremiadas en alimentar a un pueblo que sobrevivía con enormes dificultades, no se preocupó en un principio por los voluntarios americanos abandonándoles a su propia suerte. Pero los falangistas, quienes hacían bandera de la camaradería, no podían abstraerse de esta situación verdaderamente embarazosa para esa Delegación Nacional y para la Falange «el tener que decirles a estos Camaradas que han combatido a la sombra de nuestras banderas que nada se puede hacer por ellos ni siquiera atenderles en sus más apremiantes necesidades»46. La Delegación Nacional carecía de asignación para estos voluntarios por lo que no podía proveer siquiera del racionamiento de los voluntarios licenciados, que se encontraban «sin lo más necesario para la vida». Especialmente resultó preocupante la situación de los voluntarios mexicanos, Juan Ugarte Olañeta, Nicolás Rodríguez Fernández y Nicolás Portilla Mantecón, quienes llegaron de México como voluntarios a principios de 1937, enviados por la Falange mejicana que «se les pagó el pasaje, y sin más documentos de la inclusión de sus nombres en una lista de 25 o 30 voluntarios autorizada con la firma de a la sazón Jefe de aquella Falange Camarada José Celorio Ortega, quien actualmente se encuentra en España»47.
Estos voluntarios mexicanos tan solo poseían su documentación militar debido a que «por las circunstancias especiales que han prevalecido en Méjico con respecto a España desde que la guerra empezó, -y que prevalecían aún después de terminada- en la Falange de ese país no ha existido nunca la categoría de Simpatizantes extranjeros» razón por la cual no repartieron carnets de identificación de ninguna clase y, razón por la cual los voluntarios de Falange mexicana carecían de acreditación.
Como hemos mencionado, la Delegación Nacional del Servicio Exterior de la FET y de las JONS no tenía asignada ninguna partida presupuestaria que permitiera ayudar a los voluntarios americanos desposeídos de los más elementales medios de vida por lo que, recabó el apoyo de la Delegación Nacional de Auxilio Social «a fin de que los camaradas que en tales circunstancias se hallan en San Sebastián pudieran ir a alimentarse a los comedores de la Organización»48. Esta situación no solo se circunscribía a la capital guipuzcoana sino que también se manifestaba en otras provincias españolas. Ante estas circunstancias, el 20 de junio, la Delegación Nacional planteó a la Secretaría General del Movimiento que:
«1°. Siendo este un problema de Estado, se propone que la Secretaría General de la FET y de las JONS recabe del Ministerio de Defensa Nacional un criterio claro y preciso sobre la solución del mismo.
2°. Mientras esta solución se tramita, dada la premura del caso que se trata de celebrar un convenio con las Compañías alemanas e italianas de navegación que tienen líneas regulares de vapores para todos los países de América, a fin de que estos repatriados con un costo mínimo los falangistas combatientes que vinieron de sus países.
3°. Que se ordene a las Delegaciones Provinciales y Locales de Auxilio Social, que atiendan al racionamiento y alojamiento dignos de los camaradas combatientes de las Falanges de América ya licenciados, hasta el día de su repatriación.
4°. Que si no prevaleciese este criterio de racionamiento por medio de Auxilio Social, se prevea a la Delegación Nacional del Servicio Exterior de un crédito de 5.000 pts. a justificar, para estas atenciones, señalándose 8 pts. diarias como socorro a cada voluntario extranjero combatiente»49.
De igual modo solicitaba instrucciones a seguir para los combatientes voluntarios no falangistas extranjeros que vinieron a España por conducto de distintas Falanges de América.
En vista que la superioridad falangista no daba respuesta a esta situación, esta vez el Secretario Nacional Joaquín Rodríguez de Gortázar no dudó en dirigirse al ministro del Trabajo con fecha 18 de agosto de 1939 para que atendiera a los fascistas americanos que esperaban su repatriación en San Sebastián y que no disponían de medios ni para cubrir los gastos más elementales, «dándose el caso lamentable que algunos de ellos han pasado días sin comer y sin tener en donde alojarse». Asimismo le recordaba que gracias al Auxilio Social de Guipúzcoa, aunque tan solo por unos días, estos desdichados comieron en esta institución, y a «tres o cuatro se les abona los gastos y lavado de ropa y cama con cargo a gastos generales». A fin de que este problema fuera solucionado, Gortázar, esta vez como responsable de la prensa del Movimiento, instó al ministro a que esta situación se solucionara lo antes posible, ante el riesgo de que estos voluntarios extranjeros al regresar a sus países pudieran relatar cómo fueron tratados lo que repercutiría «en el decoro de nuestra Patria»50.
No cabe duda de que la preocupación por la imagen exterior de la Falange pudo influir en la solución de los cerca de 55 voluntarios americanos que esperaban a ser repatriados en el verano de 1939.
Pocos días después Gortázar advirtió a sus superiores de la Secretaría General de la Falange su temor a que como consecuencia de la II Guerra Mundial la mayoría de las compañías de navegación que cubrían las líneas regulares con América habían suspendido sus salidas regulares de los puertos de costumbre, lo que dificultaba aún más la repatriación. Para solventar este contratiempo solicitaba que se realizara las gestiones necesarias conducentes a lograr algún barco neutral que pudiera trasladar a los seis voluntarios que residían en San Sebastián y además se les auxiliase con 2.000 pts. a cada uno ellos51.
6. El coste de la repatriación
El responsable de la Falange en Lisboa se hizo eco de las dificultades de estos voluntarios mexicanos y manifestó su preocupación al comprobar personalmente que andaban sin zapatos y sin «ropa exterior» por lo que no dudó en facilitarles cierta cantidad de dinero52.
Por fin, los citados Uriarte, Rodríguez y Portilla fueron repatriados por la Falange al embarcar en el puerto de Lisboa el 9 de noviembre de 1939 rumbo a Nueva York en donde hicieron escala hasta desembarcar en el puerto de Veracruz. El coste de los pasajes en tercera clase hasta el puerto norteamericano ascendió a 7.797 pts. (561 dólares) más otros 525 dólares al puerto mexicano53.
A finales de 1940 y ya desde Madrid, el nuevo Delegado Nacional, José Jiménez Rosado, manifestó la urgencia por ayudar a los voluntarios extranjeros que aún vagaban por España en espera de el ansiado embarque por lo que precisaba de las Jefaturas Provinciales conocer el domicilio y documentos (Licenciamiento del Ejército, Documentación de Falange y pasaporte) que poseían los voluntarios americanos que aún permanecían en España.
Otros procuraron por su propia cuenta que se les repatriara utilizando viejas amistades, tal y como hizo el falangista Emeterio Celorio, quien escribió en noviembre de 1941 a su camarada Genaro Riestra, informándole de las enormes dificultades que padecía y le rogaba que apresurara su repatriación a México, pues «ya me llegó el agua al cuello» y de no ser así, «me tendrás que hacer el favor de buscarme una colocación que es como te digo ya saco la lengua»54.
Las enormes dificultades por encontrar un buque que trasladara a los voluntarios se acentuaba ante la escasez de estos, agravado por la guerra europea. El citado Celorio contestaba a su jefe Riestra que había realizado gestiones con la Compañía Trasatlántica en Santander y podía confirmarle que el primer barco que saldría rumbo a La Habana y México sería el Marqués de Comillas desde el puerto de Vigo, ya que no tocaba otros puertos españoles. El precio de este pasaje de tercera clase, en noviembre de 1941, ascendió a 1.818, 75 pts55.
Las tarifas de la Compañía Norddentscher Lloyd Bremen (Lloyd Norte Alemán) eran más altas que las españolas. Por el viaje en tercera clase, dormitorio de dos adultos y un niño a bordo del Nyassa que salía del puerto de Lisboa rumbo a Veracruz el 20 de enero de 1942 la Falange tuvo que desembolsar 4.905 pts. por adulto y 1.226 por el niño, lo que hizo un total de 11.226 pts56. Finalmente ascendió a la nada despreciable cifra de 11.036,25 pts. a las que hubo que sumar otras 500 pts. en concepto de gastos de intervención57. Dos años más tarde el pasaje por persona osciló entre las 3.564,89 pts. a principios de 1944 a las 5.183,64 pts. en octubre de ese mismo.
Los gastos de repatriación de los excombatientes latinoamericanos que aún permanecieron en España a finales de 1940 sumaron un total de 115.000 pts., cantidades que aumentaron al sumar los gastos originados por el traslado desde Cuba (primer destino de los voluntarios) hasta Costa Rica, México, Nicaragua o Venezuela. El coste final que supuso a las arcas falangistas los pasajes de los voluntarios mexicanos hasta La Habana ascendió a 18.000 pts58.
Por desgracia no hemos podido descubrir lo que les sucedió al resto de voluntarios mexicanos; suponemos que algunos permanecieron en España y otros, los más, regresarían a México de modo particular tras pagar de su propio bolsillo el pasaje de retorno. El hecho de que el gobierno de México no reconociese al régimen franquista impidió que pudiera quedar rastro alguno del paso de voluntarios mexicanos por su embajada y consulado general en España. Todo apunta a que los que consiguieron regresar lo hicieran por Lisboa, ya que la complicada situación europea tras desencadenarse la II Guerra Mundial no aconsejaba hacerlo por puertos de países en guerra.
7. Conclusiones
La base social de los voluntarios mexicanos que vinieron a España a luchar contra la república estaba compuesta mayoritariamente por los nacidos en la península, y por mexicanos muchos de ellos hijos de familias de origen español. No cabe duda que los acontecimientos que vivió la colonia española desde la Revolución Mexicana hasta el gobierno del general Cárdenas marcaron aún más su perfil católico y ultraconservador. Cuando las noticias de asesinatos de sacerdotes y religiosos en España aparecieron en periódicos tan conservadores como El Excélsior y El Universal la esperanza de que los desafectos al orden legítimo usaran la fuerza se convirtió en la única esperanza de cambiar la situación. A pesar de su afinidad con grupos fascistas mexicanos, declarada la guerra civil, estos voluntarios se enrolarían en torno a la Falange mexicana, formación política que haría un importante despliegue de fuerza y recursos, tanto humanos como monetarios, con el objetivo de recaudar dinero y enviar hombres al ejército sublevado. El desparpajo de los falangistas, apoyados por la vieja colonia española, no pasó desapercibido ni por las autoridades mexicanas ni diplomáticas españolas que denunciaron el peligro para ambas naciones.
A pesar del control de la secretaría de Gobernación, los falangistas fueron capaces de enviar a España al menos 80 voluntarios en los buques alemanes Orinoco e Iberia hasta Lisboa a lo largo de la segunda mitad de 1937 en donde las autoridades portuguesas, cómplices de los sediciosos, facilitaron el acceso al país y su llegada hasta la frontera española. Ya en territorio español los voluntarios sirvieron en distintas unidades del ejército nacionalista sin que constituyeran nunca una propia. Terminada la guerra civil y ante el nuevo contexto político europeo tras el inicio de la II Guerra Mundial, los voluntarios licenciados por orden directa de Franco decidieron regresar a sus países. Entre los latinoamericanos, al menos diez mexicanos, solicitaron a la Delegación Nacional de Servicio Exterior que les facilitase la repatriación, al no disponer de recursos para ello. La falta de numerario de la propia Falange española y de la mexicana que ya no recibía recursos económicos de los ricos españoles de la colonia, dificultó en gran medida su retorno. Lo que les sucedió a los que o bien se quedaron en España o bien regresaron a México por sus propio medios, nada sabemos.
Ha sido nuestra intención con este trabajo constatar que no solo los voluntarios republicanos afines a movimientos de izquierdas mexicanos lucharon en la Guerra Civil española sino que también hubo otros mexicanos que decidieron combatir a favor del general Franco. Esperamos que esta investigación ayude a desvelar algunas de las dudas que aún permanecen sin resolver en la historia de las relaciones México-España.
Recibido: 19-05-2015
Aceptado: 07-07-2015
Cómo citar este artículo: RUIZ DE GORDEJUELA URQUIJO, Jesús. Mexicanos en el Frente Nacional durante la Guerra Civil Española. Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas [en línea]. 2015, n. 15. Disponible en: <http://revistas.um.es/navegamerica>. [Consulta: Fecha de consulta]. ISSN 1989-211X.
1 Véanse los trabajos de estos y otros autores que han sido relevantes en la realización de este trabajo y que aparecen en la sección de Bibliografía de esta investigación.
2 Ídem.
3 OTHEN, Christopher. Franco's international brigades: foreign volunteers and fascist dictators in the Spanish Civil War. London: Reportage Press, 2008; HIGLEY, Steven Michael.The Spanish Falange in Mexico during the Spanish Civil War [Thesis doctoral]. Appalachian State University (North Carolina), 2012. Disponible en <libres.uncg.edu/.../Higley,%20Steven_2012_Thesis.pdf>. [Consulta: 5 de septiembre de 2014].
En menor medida el trabajo de KEEANE, Judith. Fighting for Franco. International volunteers in nacionalist Spain during the Spain Civil War. London: Leicester University Press, 2001.
4 SOLA, Carlos. Entre fascistas y cuervos rojos. España y México, 1934-1975. México: Porrúa, 2008; MATEOS, Abdón. La batalla de México. Madrid: Siglo XXI, 2011 y SÁNCHEZ, Agustín y HERRERA, Fabián. 'Contra todo y contra todos', México y la cuestión española en la SDN. Tenerife: Idea, 2011; así como los libros colectivos coordinados por SERRA PUCHE, Mari Carmen; SOLA, Carlos y MEJÍA, José. De la posrevolución mexicana al exilio republicano. México: FCE, 2011; MATEOS, Abdón y SÁNCHEZ, Agustín. Ruptura y transición. España y México, 1939. Madrid: Eneida, 2011 y SERRA PUCHE, Mari Carmen y SOLA, Carlos, 1945. Entre la euforia y la esperanza. El México posrevolucionario y el exilio republicano. México: FCE, 2014. Asimismo ha sido de gran utilidad el trabajo de SÁNCHEZ, Agustín y PEREIRA, Juan Carlos. España y México. Doscientos años de relaciones, 1810-2010. México: UMSNH/CEHRI, 2010.
5 ILLADES, Carlos. Presencia española en la Revolución Mexicana (1910-1915). México: Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 1991.
6 GONZÁLEZ NAVARRO, Moisés. Población y sociedad en México. México: Facultad de Ciencias Públicas y Sociales-UNAM, 1974, 2 vols.
Para este autor la colonia española fue la tercera más perjudicada en relación a pérdidas humanas y calcula que de los 1.477 extranjeros asesinados durante la Revolución, 550 eran norteamericanos, 411 chinos, 38 británicos y 14 franceses.
7 YANKELEVICH, Pablo. Gachupines rigurosamente vigilados. La excepcionalidad del gobierno de Lázaro Cárdenas en la política de expulsión de indeseables. Historias. 2004, n. 59, p. 46.
8 PLA BRUGAT, Dolores. La presencia española en México, 1930-1990. Caracterización e historiografía. Migraciones y Exilio, 2001, n. 2, p.158. La población española aumentó de modo notorio desde las 17.000 personas a principios de siglo XX, a los casi 30.000 en 1910.
9 PANDO NAVARRO, Concha. La colonia española de México, 1930-1940 [Tesis Doctoral]. Murcia: Universidad de Murcia, 1994. (microfilmado), p.189.
10 PLA BRUGAT, Dolores. Españoles en México (1895-1980). Un recuento. Secuencia. 1992, n. 24, 1p1p.1-36.
11 LIDA, Clara E. y ZAMUDIO, Pilar. El perfil de una emigración: 1821-1939. En: LIDA, Clara E. Una emigración privilegiada. Comerciantes, empresarios y profesionales españoles en México en los siglos XIX y XX. Madrid: Alianza Editorial, 1994, p. 35.
12 Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), en adelante AGA, (10) 61 54/18414. México a 10 de diciembre de 1938.
13 AGA, (10)61 54/18414. México a 10 de diciembre de 1938.
14 A estas instituciones debemos también señalar otras de carácter regional y que ejercieron una gran influencia en la vieja colonia, tales como el Centro Asturiano, Agrupación Castellana de México, Centro Gallego, Centro Valenciano, Agrupación Montañesa de México y, a partir de 1935, el Círculo Vasco español quien se escindió del Centro Vasco fundamentalmente por sus profundas discrepancias respecto al pujante nacionalismo del centro matriz.
15 MOLINA MOCTEZUMA, Rodrigo. Posición de los españoles en México. Ágora. 2008, n. 4, pp.138-160.
16 MATEOS, Abdón. De la guerra civil al exilio. Los republicanos españoles y México. Indalecio Prieto y Lázaro Cárdenas. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva Madrid, 2005, p. 39.
17 YANKELEVICH, Pablo. Gachupines rigurosamente vigilados. La excepcionalidad del gobierno de Lázaro Cárdenas en la política de expulsión de indeseables. Historias. 2004, n. 59, pp. 45-60.
18 TABANERA, Nuria. Los amigos tenían razón. En: LIDA, Clara E. (comp.). México y España en el primer franquismo, 1939-1950. Rupturas formales, relaciones oficiosas. México: El Colegio de México, 2001, p. 35.
19 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, en adelante AMAE, Leg. 979, exp. 2. José Loredo Aparicio al Ministro de Estado, 13 de noviembre de 1937.
20 OJEDA REVAH, Mario. México y la guerra civil española. Madrid: Turner, 2004, p. 223.
21 NARANJO OROVIO, Consuelo. Cuba, otro escenario de lucha: la guerra civil y el exilio republicano español. Madrid: CSIC, 1988, p. 1.
22 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, (en adelante AMAE), R. 996, exp. 20.
23 PÉREZ MONFORT, Ricardo. Hispanismo y Falange, el México conservador que recibe a los trasterrados. Disponible en <http://www.posgrado.unam.mx/publicaciones/ant_omnia/13-14/09.pdf>. [Consulta: 27 de octubre de 2012]. Tb. en El Nacional, 21 de agosto de 1937.
24 Además de las fuentes proporcionadas por otros colegas que han trabajado este asunto, hemos investigado en el Archivo General de la Nación, Secretaría de Gobernación. Investigaciones políticas y sociales, caja 0142. Se trata de documentos de la oficina de información política y social en la que se informa de la organización y elementos que componen la Falange Española a partir de octubre de 1939.
25 YANKELEVICH, Pablo. Gachupines rigurosamente vigilados..., p. 59.
26 PÉREZ MONFORT, Ricardo. Hispanismo y Falange. Los sueños imperiales de la derecha española. México: FCE, 1992, pp. 145-146; MATESANZ, José Antonio. Las raíces del exilio. México ante la guerra civil española, 1936-1939. México: El Colegio de México-UNAM, 1999, pp. 343-349 y TABANERA, Nuria. Los amigos tenían razón. En: LIDA, Clara E. (comp.). México y España en el primer franquismo, 1939-1950. Rupturas formales, relaciones oficiosas. México: El Colegio de México, 2001, p. 38.
27 TABANERA, Nuria. Los amigos tenían razón..., p. 39.
AMAE, Leg. 1569, exp. 2. Augusto Ibáñez Serrano al ministro de España en Guatemala, 25 de junio de 1942.
28 OJEDA REVAH, Mario. México y la guerra civil..., p.194.
29 PEREA, Héctor. Mexicanos en la guerra de España. La Palabra y el Hombre. 1999, n. 109, ene-mar, p. 120.
30 MATEOS, Abdón. Gordón Ordás y la guerra de España en México. En: VIÑAS, Ángel. Al servicio de la República. Diplomáticos y guerra civil. Madrid: Ministerio de AA.EE.-Pons, 2010, p. 258.
31 OTHEN, Christopher. Franco's international ..., p.169.
32 MESA, José Luis de. Los otros internacionales: voluntarios extranjeros desconocidos en el Bando Nacional durante la Guerra Civil, 1936-1939. Madrid: Ediciones Barbarroja, 1998, pp. 240-243.
33 OJEDA REVAH, Mario. México y la guerra..., p. 223. Las fuentes a las que hace referencia este autor son El Excélsior, 5 y 7 de noviembre de 1937 y El Universal, 6 de noviembre de 1937. A pesar de consultar estos periódicos no hemos encontrado estas afirmaciones.
34 POWELL, T.G.. Mexico and the Spanish Civil War. Alburquerque: University of New Mexico Press, 1981, p. 104. Este autor desautoriza lo escrito por el embajador español Gordón en sus Memorias y lo aparecido en la editorial de El Universal de 6 de noviembre de 1937.
35 Arquivo Histórico Diplomático do Ministério dos Negócios Estrangeiros (Lisboa), en adelante AHD, Embajada Portugal do Mexico. Certificados de viajem. Mes de novembro e dezembro 1937. Augusto Ibáñez al Encargado de negocios de Portugal en México, México, 28 de noviembre de 1937.
36 Ídem.
37 AGA, 51/21107, s/f.
38 AHD, Embajada Portugal do Mexico. Certificados de viajem. Mes de novembro e dezembro 1937. Augusto Ibáñez al Encargado de negocios de Portugal en México, México, del 15 al 25 de noviembre de 1937.
39 Se trataban de dos buques mixtos de pasaje y carga de 9.660 toneladas de registro bruto. Los camarotes estaban divididos en tres clases: 167 plazas en primera, 101 en segunda y sólo 99 en tercera y atendidos por una tripulación de 187 personas.
40 AGA, 51/ 21107. Propuesta n. ° 155. El Secretario Nacional de Falange de Servicio Exterior, Joaquín Rodríguez de Gortázar, al Secretario General de la FET y de las JONS, San Sebastián, 21 de junio de 1939.
41 AMAE, R. 996, exp. 20. Política y comercio exteriores. Sección de Ultramar, Asia y África. Actividades españolas fascistas en Méjico. Memorándum del Encargado de Negocios José Loredo Aparicio al Ministro de Estado. Anexo al despacho n.° 246, pp. 3 y 4. México, 1 de noviembre de 1937.
42 Ídem, Memorándum anexo al despacho no 258 del Diputado Salvador Ochoa Rentería al Ministro de Estado. México, 11 de noviembre de 1937.
43 MATEOS, Abdón. Gordón Ordás y..., p. 258. Gordón Ordás a Secretaría de Relaciones, México, 11 de mayo de 1938. Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
44 AMAE, R. 996, exp. 20. El diputado Salvador Ochoa Rentería al Secretario de Gobernación, Silvestre Guerrero. Memorándum anexo al despacho no. 258 de la Embajada de España en México. México, 11 de noviembre de 1937. Posteriormente en 1939 Barreiro será presidente del Comité Central Nacionalista de Auxilios Pro-España.
45 AGA, 51/ 21107. Propuesta n.° 155. El Secretario Nacional de Falange Joaquín Rodríguez de Gortázar, al Secretario General de la FET y de las, San Sebastián, 21 de junio de 1939.
46 Ídem.
47 AGA, 51/21107. Ampliación de la Propuesta No 155. Delegado Nacional del Servicio Exterior de la FET y de las JONS. San Sebastián 22 de junio de 1939.
48 AGA, 51/21107. Sobre la actuación de la Delegación Nacional del Servicio Exterior de la Falange y de las JONS en el asunto de la repatriación y sostenimiento de los Camaradas falangistas extranjeros que vinieron a España voluntarios a servir en el glorioso Movimiento Nacional. San Sebastián, 29 de agosto de 1939.
49 AGA, 51/21107. Sobre la actuación de la Delegación Nacional del Servicio Exterior de la Falange y de las JONS en el asunto de la repatriación y sostenimiento de los Camaradas falangistas extranjeros que vinieron a España voluntarios a servir en el glorioso Movimiento Nacional. San Sebastián, 29 de agosto de 1939.
50 Ídem. El Secretario Nacional, Joaquín Rodríguez de Gortázar al Ministro de Trabajo. San Sebastián, 18 de agosto de 1939.
51 AGA, 51/21107. Sobre la repatriación de los Falangistas del Exterior que vinieron a España. El Secretario Nacional (Presidente en funciones), Joaquín Rodríguez de Gortázar a la Secretaría General de Falange Española y de las JONS, San Sebastián, 5 de septiembre de 1939.
52 AGA, 51/21107. Carta del Jefe Provincial de la FET y de las JONS de Lisboa al Delegado Nacional de Servicio Exterior de la FET y de las JONS. Lisboa, 4 de noviembre de 1939.
53 AGA, 51/21107. Carta del Jefe Provincial de la FET y de las JONS de Lisboa al Delegado Nacional de Servicio Exterior de la FET y de las JONS. Lisboa, 4 de noviembre de 1939.
54 AGA, 51/ 21107. Carta de Emeterio Celorio a Genaro Riestra. Llanes, 5 de noviembre de 1941.
55 AGA, 51/21107, s/f.
56 Según el Boletín Oficial del Estado del día 9 de enero de 1942 se cambiaba a 0,50 pesetas por escudo portugués.
57 AGA, 51/21107, s/f.
58 AGA, 51/21107. Gracias a la información obtenida de las Delegaciones Provinciales españolas podemos conocer la relación de voluntarios latinoamericanos que deseaban repatriarse: Argentina 20, Costa Rica 1, Cuba 10, Filipinas 11, México 10, Nicaragua 1 y Venezuela 1.
8. Siglas y referencias
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AGA. Archivo General de la Administración.
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AHD. Archivo Histórico Diplomático, Ministerio dos Negocios Estrangeiros dos Portugal (Lisboa).
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(ProQuest: Appendix omitted.)
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Abstract
For most researchers this share has gone unnoticed by focusing on the presence of Mexican fighters enrolled in the Republican ranks. To argue this work we have obtained relevant information in several files Mexico, Spain and Portugal and profuse research literature. Although there were few who served in the national ranks this contribution was a real headache to Spanish diplomatic authorities and security services of this American country. Therefore, this work not only aims to identify as many of them but want to publicize how the Falange in Mexico organized their transfer to the mainland and how after the end of the war had to overcome enormous difficulties to its Mexican volunteers.
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