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El 15 de marzo de 2000, un parlamentario conservador, Roberto Key, presentó ante el parlemento británico una propuesta de ley "que prohibiera la trasmisión de música grabada en ciertos lugares públicos".
Key hablaba de parte de Pipedown, la Campaña Contra la Música Ambiental, pero insistió en que había un apoyo amplio de parte del público en general. Citó, por ejemplo, un sondeo del año 1997, donde la música ambiental ocupó el tercer lugar en una lista de los aspectos más odiados de la vida moderna. A raíz del sondeo, señaló, el aeropuerto de Gatwick calló el hilo musical. Hizo referenda a investigaciones médicas que concluyeron que "todo ruido involuntario aumenta la presión y deprime el sistema de inmunidad"; y recurrió a declaraciones del Instituto de la Salud Ambiental en el sentido de que "el ruido ofensivo más común no son los taladros en la calle, ni los autos ni los aviones, sino la música".
En la prensa se recibió la propuesta con entusiasmo, quizás a sabiendas de que no llegaba a ninguna parte. Pero en tanto solución al problema de la música en los espacios públicos, la propuesta de Key era realmente bastante modesta. No proponía suprimir la música en los lugares a donde iba la gente por voluntad propia, como las tiendas, los hoteles, los centros deportivos, por ejemplo. Se limitó a la cuestión de la audiencia involuntaria, por ejemplo, en los centros médicos, hospitales, piscinas públicas, estaciones de ferrocarril y terminales de autobús, y en la calle misma. Pudo haber insistido en limitar la música a espacios con licencia específica, pero no lo hizo.
Hay que reconocer que los espacios privados también sufren la contaminación musical. ¿Cuánta gente, por ejemplo, viaja en coche en silencio? ¿Quién, hoy en día, se baña, se afeita, cocina, plancha, lee o escribe sin acompañamiento musical ? Gracias a la radio y el estéreo y el tocacasetes, la música viene siendo la banda sonora de la vida diaria, y no hay ley capaz de callarla. Hoy por hoy, la música que nos asalta el oído podría ser tanto clásica como pop. La verdad es que la música está en todas partes; es más, toda la música está en todas partes. Obras compuestas para ocasiones específicas, sean religiosas...