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Un siglo atrás, frente a un panorama dual, de duelos de potencias que se disputaban el predominio mundial, de una guerra civil que desangraba el país como pocas veces antes, librada entre Cipriano Castro y los generales de la Revolución Libertadora, del bloqueo coaligado de Alemania y Gran Bretana contra Venezuela, asediada por sus propias carencias, y como alternativa a una doctrina unilateral, la de James Monroe, (condimentada por el gran Teddy Roosevelt), el canciller de la República Argentina, Luis María Drago, postuló una tesis de política internacional que haría historia, y, que, a partir de entonces, se conocería en los anales del Derecho como la doctrina Drago.
I
Intentemos una rápida revisión de la historia. La conquista del poder por el general Cipriano Castro en 1899 tuvo una influencia preponderante en la política exterior de Venezuela. El 23 de mayo de 1899, el caudillo andino invadió desde Colombia, donde residía como desterrado político, y el 23 de octubre fue proclamado en Caracas como jefe del Poder Ejecutivo. Aun cuando la conquista del poder transcurrió sin derrotas, a lo largo de un recorrido de 153 días y más de mil kilómetros, fue una marcha cruenta que dejó un saldo de 3.500 muertos.
A pesar de la inestabilidad política y de las guerras civiles, el régimen legal del país había preservado el concepto de propiedad que, si bien favorecía a los venezolanos cuya riqueza estaba esencialmente vinculada a la tierra, también era sustancial en sus relaciones con el mundo exterior. ESOS derechos de propiedad nunca fueron cuestionados, ni en su esencia ni en su variedad, y no había discriminación entre venezolanos o entre quienes no lo fueran. "Hasta el régimen de Cipriano Castro (escribe el historiador John Lombardi), la mayoría de los gobiernos venezolanos lograron tener a los extranjeros razonablemente contentes y pagar lo suficiente a cuenta de las deudas de Venezuela para que la intervención extranjera se limitara a las protestas y amenazas del embajador".
Con Castro, la situación varió. Lombardi percibe sus causas: la penuria de la tesorería, los excesos del dictador, el efecto acumulado de más de un decenio de ejercicios guerrilleros. El siglo XIX había sido una época de violencias, destrucción y guerras civiles, e inevitablemente, de desorden administrativo; además de...