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Amo a mi país, lo admiro, tengo una fe ilimitada en él, y tuve la milagrosa oportunidad de que en mi niñez mi madrastra me arrojara a vivir a la cocina con los peones y sirvientas indias. Ellos fundaron inextinguiblemente la ternura con que veo el mundo.
José María Arguedas, carta a John Murra (28.09.1960).
Su cara rígida seguía inspirando poder y ternura. Sólo entonces me acordé que su nombre significaba "el que crea, el que ordena".
José María Arguedas, El Sexto (1961).
José María Arguedas completa -con César Vallejo y Mario Vargas Llosa- el trío de autores peruanos del siglo XX más editado y mejor dilucidado, por lo que resulta muy complicado aventurar algo original a propósito de cualquiera de ellos. Sin embargo, la publicación de las obras de Arguedas fuera del Perú jamás ha alcanzado la magnitud de las reediciones de Vallejo y Vargas Llosa, por lo que consideramos que la aparición de El Sexto en España1 podría servir para reflexionar sobre el proceso de escritura de la novela, basándonos en las referencias del propio Arguedas, presentes en la nutrida correspondencia que mantuvo con John Murra (1916-2006, ver Murra y López-Baralt) -antropólogo y etnohistoriador con quien le unió una gran amistad y una enorme pasión por los estudios andinos-, pues las cartas del autor de Yawar Fiesta a John Murra alumbran zonas que hasta hace poco habían permanecido en la penumbra. De hecho, a mediados de 1960 descubrimos que José María Arguedas no tenía la certeza de poder escribir El Sexto:
Lo malo es que tengo abandonados dos relatos que había comenzado cuando Matos me fue a sacar del Museo para hacerme cargo del Instituto. Fue eso casi un asesinato. Uno de los relatos, una novela corta, trataría de mostrar el Perú del 37 al 40 a través de la vida en una de las prisiones más inmundas que pueda imaginarse. Esa prisión acaba de ser suprimida porque fueron echados allí tres estudiantes que fueron vejados por los bandidos que allí guardan. Mi propósito era mostrar esa prisión y las luchas de comunistas y apristas. Estuve un año en esa prisión y fue tan terrible e intensa la vida, tan lóbrega, tan triste y al mismo tiempo tan cargada de la más formidable...