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Mil leguas ocuparán mis brazos, pero mi corazón se hallará siempre en Caracas: allí recibí la vida, allí debo rendirla; y mis caraqueños serán siempre mis primeros compatriotas. Este sentimiento no me abandonará sino después de la muerte.
Bolívar
(Carta al general J. A. Páez, Oruro, 26 de septiembre de 1826)
El 24 de julio de 1783 nació Simón Bolívar en la ciudad de Santiago de León de Caracas en una elegante casona, de anchos patios y jardines, amplias puertas y ventanas, finos muebles, con lámparas y faroles de aceite, delicadas alfombras y elegantes pisos enladrillados.
La mansión estaba situada en pleno corazón de la ciudad, entre las esquinas de San Jacinto a Traposos, con fácil acceso a la plaza mayor, a la catedral y a la Real y Pontificia Universidad. Es un hogar de gente principal, cuyos dueños descienden de los primeros conquistadores y pobladores provenientes de España y poseen suficientes bienes de fortuna. Son blancos de alcurnia, dueños de haciendas y esclavos, que profesan la religión católica y pertenecen a la más antigua nobleza.
Son mantuanos cultos, de misa dominical, con selectos trajes y perfumes, de hablar pausado, de bastones engastados en oro y plata, que se desplazan por la ciudad en adornadas sillas de manos llevadas en hombros por negros sirvientes y que pasean por los campos en caballos enjaezados. Viven en Caracas, pero con abundantes propiedades en los fértiles valles de Aragua, cercanos al pueblo de San Mateo. Descienden de vascos españoles, de la lejana Puebla de Bolívar. Son blancos de "limpio nacimiento", sin mezcla de moro ni judío y ninguno de los ascendientes había sido penitenciado por el Santo Tribunal de la Inquisición.
La ciudad capital no tenía por aquel entonces un buen servicio de alumbrado público ni eficaces medios de transporte. Monótona debió ser la vida en un lugar donde las diversiones más usuales se reducían a las ocasionales tertulias familiares, a la asistencia a los oficios religiosos, a concurrir a las procesiones de Semana Santa, a ir de paseo los domingos para disfrutar los baños públicos del río Güaire o esperar la llegada de las fiestas navideñas para lucir los mejores trajes, las más finas joyas, degustar licores y especiales comidas, y bailar y escuchar un poco...