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Animal tropical Pedro Juan Gutiérrez Editorial Anagrama, Barcelona, 2001.
En un mundo literario en el que no abundan las sorpresas creíbles, el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez consiguió hace apenas tres años damos una de consideración: se presentó con un grueso libro de cuentos, Trilogía sucia de La Habana, en el que recogía todos los relatos escritos hasta entonces; eran tres libros reconvertidos en uno solo con el que sentó las bases de un nuevo modo de ver, sentir y escribir sobre Cuba. El cambio de perspectiva era importante. Nunca hasta Gutiérrez la isla había sido retratada de un modo tan áspero y ácido como lo era en aquel volumen. Nunca había sido pintada como un infierno desideologeizado en el que la vida resultaba ser sinónimo de supervivencia y lo verdaderamente heroico era acabar el día sin estar muerto. Digo que nunca había sido pintada así y pienso a la vez en la epopeya tristísima de Reynaldo Arenas y su Antes de que anochezca, un libro ante el que no caben reservas. Ahí también encontrábamos una Habana sucia, incluse más sucia y sexual que la de Gutiérrez, pero en su retrato Arenas -un díscolo perseguido por el régimen en su doble condición de homosexual y escritor libre- incluía el veredicto moral. Por el contrario, Gutiérrez es un escritor que huía y huye de las consideraciones morales; su mundo sobrevive ajeno al sistema y nunca entra en colisión con él. De hecho, hay un abismo entre ambos escritores aun cuando los dos asaltan la realidad sin censuras y no se arredran ante las consecuencias de sus actos. Para simplificar, podría decirse que la diferencia entre sendos verismos exacerbados (las memorias de Arenas, los cuentos de Gutiérrez) estriba en que, en lo que en el primera es condena, en el...